(...) El sabio anciano entendió que las cosas eran así. Pero algo en él seguía echando de menos el hielo, donde todo era radiante, absoluto, implacable. Aunque le acabó gustando la idea del terreno irregular, no podía vivir allí. Así que se vio abandonado en una isla entre la tierra y el hielo, ajeno a ambos. Y ésta era la causa de sus penas.
Wittgenstein, 1993
Wittgenstein, 1993