Me cuesta aceptar la degradación de la vida. O más bien no puedo aceptar que el amor se adapte a ello. Durante años evité que una mujer pasara toda la noche en mi cama. Sin embargo, esa mañana me desperté junto a Delphine. Sabía que sus celos incontrolables la habían hecho venir a mi casa. Pero al oírla canturrear en el piso, pensé que por fin habíamos llegado a una relación sencilla y armoniosa. (...) Cuando Delphine me preguntó: "Si estuviera libre, ¿vivirías conmigo?", como un cobarde dije que sí. Esa misma noche lo estaba porque le pegó un tiro a su marido, pero al día siguiente ya no, porque ingresó en la cárcel. Por suerte, su marido sólo resultó herido, pero la justicia siguió su curso. Intenté ahuyentar de mis pensamientos mi parte de responsabilidad en ese crimen pasional. Tras la detención de Delphine, pasé una época sombría. Sombría y casta. Delphine me había complicado la vida, pero, a la vez, había sido apasionante. Tenía el don de intensificar l