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| Joyce, hombre para quien el significado estaba de más| by Djuna Barnes |
Se habla corrientemente de puntuación en el campo de la ortografía, traducible como pausas de diversa duración. Pero en el psicoanálisis dicho concepto es más ambicioso. No por ello no contiene al otro ya que tiene su origen en el análisis del discurso. La puntuación en ortografía como en psicoanálisis (lacaniano) promueve la aparición de sentido.
En psicoanálisis este fenómeno está ligado a la castración, a ce(n)sura, a satisfacción. Por ejemplo en el caso de la madre ante el bebé (niño sin habla) la madre promueve una puntuación al interpretar con lo que se imagina cuál es la demanda del no hablante. Puntuar en este caso sería otorgar algún tipo de satisfacción o alivio al niño cuando se queja. Dicho fenómeno promueve el malentendido pero también, ya que como se sabe las demandas del bebé no son específicas o dirigidas a objetos en específico, el malentendido no es sustancial.
En el caso de la figura del analista, no es malo entender a dicha figura menos como un chamán que como una figura de autoridad o poder. Él ejerce una puntuación, lo mismo que el médico.
No disociando el cuerpo de la mente, el médico, como el chamán, opera un cuerpo cuyo fondo es una queja y para ello debe intervenirlo.
Uno de los ejemplos de puntuación en psicoanálisis lacaniano es el escanciamiento de la sesión: la sesión culmina cuando así se entiende que debe ser, lo mismo que en una conversación. Salvo que el analista tiene todas las de ganar: está en su consultorio y puede amenazar con llamar a la policía.
Este concepto en psicoanálisis lacaniano corre al lado de la noción de punto de almohadillado o de acolchado. La metáfora es clara: una almohada o un acolchado que ya suponen unos puntos. A ambos se les ejerce una delimitación para que no se escape lo que contienen (plumas o gomaespuma) y les dé su característica especial.
La psicosis, estudiada por el psicoanálisis, así, tiene una descripción más realista que la neurocientífica. El padecimiento si bien estudiado a partir del lenguaje describe la naturaleza comportamental de problema. Si no hay puntuación se produce, tal como dice Dylan Evans en su Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano, una división entre el significante y el significado. La puntuación y la psicosis, términos volátiles con aspiraciones investigativas, están presentes en muchas más otras cosas, en la vida cotidiana, por ejemplo, en la poesía. En el caso de la poesía las palabras usadas son, aunque el hombre no ponga atención en ello, finitas. La ecuación a practicar es tantos dialectos y lenguas oficiales multiplicados por cada una de sus palabras, incluso las perdidas o las de Joyce. Existe la cifra aunque sea improcesable o exorbitante. De modo que en poesía hay un ars combinatoria patente en el plano material de la palabra, aún cuando la palabra se transfigure como es el caso de Joyce, muy al caso en este asunto.
La idea lacaniana del desfase entre significante y significado también es muy descriptiva en lo atinente a conductas. En tanto que gritar (un significante) donde se supone se ha de guardar silencio (en un hospital, significado) muestra esta disociación. Esta acepción de significante coincide con teorías de otros, v. gr. Wittgenstein, quien entiende que el sentido de una palabra o giro verbal es su uso y dicha coincidencia entre uso y lo dicho es la coincidencia entre significante y significado, y lo que define la puntuación. Se dice pues con el comportamiento lo que se debe decir armonizando con un contexto, es decir un grupo cuyas reglas ya son tácitas o presupuestas.
La cualidad discordante es que todo hallazgo encomiable tiene la característica del desfase o división entre el significante y el significado o el uso o costumbre y lo que se dice o hace recién referidos. El grupo, así, celebra la discordancia cuando es usable o útil.
El tema es más amplio, esto aquí, apenas entonces, una aproximación.