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Mementos resígnicos — Palabras








Decir algo sobre las palabras es hablar de la palabra "palabra". La proposición que va aquí es "La palabra palabras es una palabra", una proposición digna del análisis de Wittgenstein, que es célebre con su "verde es verde", desarrollado más allá del Tractatus

Algunos proponen como término más exacto que el de palabra, el de lexía y también el de lexema. 

Por de pronto y fuera de poetismos, se ha estudiado a las palabras en relación a lenguas más aglutinantes y lenguas más aislantes, esto dicho así porque todas son aglutinantes y todas son aislantes. Esto es lo que importa del proceso y se supone que lo estudia la morfología.

La importancia de la forma de las palabras reside en que son esencialmente dibujos y se ve que sufren trasformaciones que las disparan hacia lo irreconocible en una relación de grado (hasta que se produce un aparente salto). La relación a hacer aquí para entender esto es la que comprende las llamadas declinaciones de los nombres y conjugaciones de verbos. Esto es: los nombres y verbos varían según el uso y la norma. Así, el verbo "ser" en pasado se usa decir "fue", donde la forma de la palabra no guarda casi ninguna similitud aparente con su conjugación. 
Pero lo más importante de que las palabras sean dibujos (cuando se leen; sonidos, cuando se escuchan) es que han logrado recortarse. O dicho de otra forma: su especialización. Esto interesa cuando se habla de que una de las cualidades de las llamadas lenguas aglutinantes es que el enunciado y la palabra tienden a funcionar de la misma forma. Esta es la idea del recorte. Una expresión o giro formado por más de una palabra se recorta o se repliega para dar un sólo significado. La expresión "sin embargo" ocluye la especificidad de las dos palabras formantes a pesar de que, luego, analíticamente, observemos que el recorte no es caprichoso o arbitrario. "Sin embargo", tiene función adversativa, pero no negativa, de la proposición que sigue. Es decir: vemos que el giro "sin embargo" contiene la idea de que lo que se dirá a continuación no anula del todo lo dicho, en cuyo caso se utilizaría la negación, el adverbio "no".

El fenómeno más importante en las palabras es que, naturalmente, se leen (o se captan) como una intuición, literalmente hablando, como si ellas, como si su externalidad fuera intuitiva (es decir inconsciente, o se captan "sin darnos cuenta"), cuando no lo son así en modo alguno. Esta se supone que es la idea que subyace a las sentimentales reivindicaciones de Canetti sobre la idea de que las palabras tienen conciencia. Hay un desfase entre lo que son (una especie de depósito) y cómo las consumimos. La forma de abordarlas les resta el carácter referencial e institucional que poseen. Ese carácter institucional es, básicamente que, al hoy, sabemos que nos sobrevivirán. Las palabras, después de consumidas, se mantienen allí, son, por decirlo así, no reciclables, y son transgeneracionales.
El procesamiento cognitivo de la palabra está más o menos programado para detenerse en cada una de ellas un tiempo determinado y esto está condicionado por ciertos patrones que han determinado su procesamiento. 
Hay uno de gran interés. 
No podemos aquí más que tratarlo muy por encima porque nuestra idea es palidísima. Es aquel por el cual las palabras son funciones de texto. 
En este caso el texto determina la relevancia que se le dará a la palabra: es decir, la palabra está subordinada al tipo textual o al género textual y a esa unidad artificial que se hace llamar texto, libro, escrito, etc. De ahí que la recomendación de leer cualquier cosa sea la de abordar con inocencia ya que la inocencia es, por principio condicionante de la tipicidad del texto, imposible.  





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