Una madre y una hija. Qué absurda combinación de... sentimientos. Confusión y destrucción. No lo intentaré nunca. Todo es posible y todo se hace en nombre del amor, y por el amor. Los pecados de la madre ha de pagarlos la hija. Las frustraciones de la madre pasaran a la hija. Las desilusiones de la madre las sufrirá la hija. Es como si jamás se hubiera cortado el cordón umbilical... Mamá... ¿es así?... ¿es la desgracia de la hija el triunfo de la madre?... Mamá, es mi dolor... tu alegría secreta.
Liv Ullmann e Ingrid Bergman en Sonata de Otoño, 1978