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Mementos resígnicos — Lenguaje III



Borges o Crátilo y Derrida o Hermógenes | Foto vía LAARQUITECTURA



Sobre la fuente a esta entrada. La serie documental Mentira la verdad II, "El lenguaje", recomendable porque se teatraliza lo que se expone, al modo de un humildísimo y no pocas veces deficiente gesamtkunstwerk, con sketches que muestran la vida cotidiana y que aquí no hay tiempo de referir. Diremos sólo dos ejemplos: en el capítulo en cuestión hay una canción en una situación representada y enmarcada (digámosle sketch) que se refiere al lenguaje; dicha canción es una suerte de estribillo del capítulo mismo aunque también dicha canción es, aunque vocalmente afinada, bastante poco original puesto que allí se ve en el compositor musical los ecos de los músicos que siguen (y otros que no somos capaces de advertir): Elton John, Alejandro Lerner, Fito Páez, Banana Pueyrredón; asimismo hay en el capítulo de la serie un sketch (el de la loca que le habla a la televisión) que tampoco es original porque es una copia de una película argentina donde la actriz Mirta Busnelli hace lo mismo (tal vez Buenos Aires Viceversa). Por lo demás, es evidente que la película argentina referida es, a su vez, la copia de algo que se nos escapa.  


La frase de Derrida: "Nada hay fuera del texto" se ha vuelto famosa. Pudieran haberla dicho Beckett, Lacan, Wittgenstein, Deleuze, Jabès (de hecho lo dicen no en el plano de la denotación sino en el de la denotación transfigurada, también llamado connotación, el plagio inconsciente por excelencia). 
Decir "Nada hay fuera del texto" (Derrida) y decir "Sólo tenemos las palabras" (Beckett) es la misma figura o idea (–figura) con otros significantes o palabras o construcción sintáctica (trans–).
El temor, cuando lo haya, que entraña la idea de Derrida mencionada, es el de la irreversibilidad. 
El lenguaje habla de las cosas y de sí mismo o bien las cosas son el lenguaje (Sztajnszrajber). Supongamos que el lenguaje es la especie humana (ya se sabe que ni el lenguaje es algo ni tampoco la especie: al decir que el hombre es el ser parlante se está diciendo, donde "hombre", "lenguaje"). La pregunta es si habrá algo por fuera del texto y no tanto "si hay algo por fuera del texto" como sugiere Sztajnszrajber. Por ejemplo en el episodio de la serie hay dinero en una escena: pensemos el lenguaje como moneda de cambio; sabemos que no tiene sentido en sí mismo y al mismo tiempo lo tiene. El dinero es capacidad de hacer algo que todavía no hemos hecho y así se vuelve la promesa cumplida, al recibirlo. Es alegría. Es haberlo hecho. Nadie que lo tenga en sus manos no segrega dopamina. 
A la luz de las nuevas ideas modernas uno puede pensar que nada tiene sentido en sí mismo: que las palabras son para otra cosa, que el amor es para otra cosa, que la familia es para otra cosa, lo mismo para el trabajo, para la alegría, el dolor etc. Todo para otra cosa. Como no se sabe qué es esa cosa para las que son todas aquellas cosas, éstas son la cosa misma. 
Al final la pregunta es qué es eso real que antes por Platón se creía inmutable: es posible que sea todo aquello que nos llevó al lenguaje y de lo que no podemos desembarazarnos sin agotarlo, es decir sin agotar el lenguaje. Como la realidad no existe, se tiene que decir que el lenguaje sí expresa la realidad. De ahí que, como expresa Sztajnszrajber, la idea del famosísimo Crátilo de Platón si se piensa que las cosas y las palabras eran la misma cosa, hoy se sabe que no hay otra forma que aceptar que las palabras y las cosas son lo mismo pero con el agregado de que dejarán de coincidir. Las cosas como las palabras desaparecerán porque esto ya ha sucedido: las cosas serán otras cosas y las palabras serán otras u otro código. En un utópico futuro donde impere la virtualidad se supondría que las cosas serán las palabras: por ejemplo un hombre pensará en algo, y ese algo ya no será representación sino la cosa. Es, en cierta forma, el mito universal del cumplimiento de los deseos. En un mundo así los individuos obtendrían de su pensamiento las cosas, como el Dios de la Escrituras que nombra y nombrando hace. 
Pensemos un ejemplo más cercano, más imperfecto, menos inmediatio, y por eso menos descabellado: cada individuo tendrá en su cuerpo un sensor que informe inmediatamente a los profesionales de la medicina alguna alteración de tinte patológico. La organización de entonces tendrá al punto un médico en su puerta pronto a atenderlo. Imaginable, posible.

El binarismo que Sztajnszrajber retoma de Derrida es acaso el mismo problema de pensar y obtener por medio de un medio (el lenguaje) una cosa. Ese medio sería disipado, y el pensamiento sería la cosa.
Todo lleva a la idea de un encapsulamiento individual, de una fosa liberadora. El hombre no necesitará la palabra porque se conectará a los demás con la emisión eléctrica donde está el lenguaje, haciendo así que el lenguaje se transfigure, eliminando la propagación sonora en el aire. Bajo esta percepción muchos de los conflictos de violencia hoy así etiquetados se eliminarán. La fosa alegre.
Es más probable pensar que esta utopía no tan utópica se llevará a cabo que pensar cuáles serán en el futuro nuestros deseos mismos de entonces, porque los deseos mismos son la definición de tragedia, son situación. (Cf. Deleuze) Todo esto lleva a Sztajnszrajber a Nietzsche y todo el que conozca a este pensador sabrá que Nietzsche es el pulverizador que repite al Schopenhauer irrealista: "lo único que no cambia es el cambio". 

En lo atinente al Crátilo tanto Crátilo, como Hermógenes y Sócrates, los tres charletas del diálogo platónico, todos tienen razón. Sócrates es un sofista porque siempre interviene al final, y la intervención final, criticista de Sócrates, se confunde con la verdad. La verdad es por definición el ídolo, el protagonista. Eso es ahí Sócrates. Hermógenes y Crátilo parecen dos tipos que se dan de golpes, y Sócrates, el ladrón de gallinas, es el que aprende de ellos mirando sus errores para finalmente asestar el golpe sin golpe final. Sócrates es un idiota, por culpa de la novela de Platón.
Sztajnszrajber va planeando hacia un tema fundamental: las lenguas o los lenguajes, poco importa la diferencia ahora, crean su intraducible como un individuo crea su intraducible. Los significados se distorsionan por grupos como se distorsionan por individuos.
Estas nociones, con la de diferencia, inmanencia, innominado, atraviesan el romanticismo. Hay quienes atribuyen al romanticismo el sostenimiento de la metafísica y en él una especie de época de oscurantismo medieval breve, como ser Bunge, ese incapaz del humor, ese informador, y sin embargo, el romanticismo no es disociable del desarrollo de la ciencia (no su sistematización). El romanticismo, como se sabe, representa la cura al positivismo de la ilustración. Es el escepticismo enfrentado al positivismo que malogró a la ilustración. Así se dirá que el positivismo es más metafísico o platónico que el romanticismo y que éste corrige la mira desviada de la ilustración. Pero el romanticismo como cura no parece ser mucho más que la denuncia del error en la prueba totalizante del positivismo (en el demasiado universal test de prueba y error). 








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