Ha pasado medio día y una noche y ahora otro día y no has dormido. Si no duermes podría nublársete la mente. Descansa ahora, viejo. Déjalo trabajar. Se inclinó hacia adelante afianzándose contra el sedal con todo su cuerpo, echando todo su peso sobre la mano izquierda y se quedó dormido. No soñó con los leones sino con una vasta escuela de marsopas que se extendía por ocho a diez millas. Y era en la época de su apareamiento y brincaban muy alto en el aire y volvían al mismo agujero que habían abierto en el agua al brincar. Luego soñó que estaba en el pueblo, en su cama, y soplaba el norte y hacía mucho frío y su brazo estaba dormido porque su cabeza había descansado sobre él en vez de sobre una almohada. Después empezó a soñar con la larga playa amarilla y vio el primero de los leones y esperó a ver si venían más leones. Y era feliz. Luego soñó con las ballenas que pasan frente a la costa en el otoño y también se están apareando y son amistosas en sus juegos. La luna se había levantado hacía rato, pero él seguía durmiendo y el pez seguía tirando sin parar y el bote se movía hacia un túnel de nubes.
Spencer Tracy en El viejo y el mar, 1958